De la cultura del cemento a las inversiones rentables

En la época del cemento, toda ciudad anhelaba su Guggenheim y todo alcalde o alcaldesa sus tijeras cortando cintas. Nada mejor que una placa conmemorativa con su nombre en el nuevo y deslumbrante whatever.  Cuánto más grande, en coste y superficie, como el burro, mejor. Ande o no ande. Los euros de tod@s no son de nadie. Y todo nuevo whatever, por nuevo, es en potencia el mejor handerklander del mundo mundial. Nos situará en el mapa, nos verán desde la Luna. «Póngame usted cuarto y mitad de Guggenheim, o mejor, dos». Ya pensaremos después en usos, gastos e ingresos. «¿Rentabilidad -económica, social y medioambiental-? ¿Sosteni-what? Pero hombre, ¿cuánto vale ser visto desde la Luna?».

A los que la vida nos ha obligado a saber sumar y restar, porque al final de mes había que pagar sueldos, nos cuesta demasiado entender la cultura del cemento y su modelo de negocio: Construir infraestructuras sin evaluación pre ni post. «Humanizar» calles. Incrementar deuda hasta convertirla los intereses y amortización en la segunda o tercera partida en el presupuesto. Bajar impuestos, o al menos comprometerlo, para compensar la frustración. Cortar más cintas… Y en año electoral triplicar el gasto en prensa y publicidad para vestir al rey desnudo. «Somos un ejemplo de gestión: Un nuevo y flamante handerklander, n-cientas rehumanizadas aceras…» Y dos huevos duros.

Y con todo, la cultura del cemento no estaba muerta, estaba de parranda. Grandes gestores confían en volver a la decada pasada, como si fuera posible antes, ahora o nunca. ¿En qué medida mejora la sostenibilidad -económica, social y medioambiental- de una sociedad remozar aceras o inaugurar nuevas instalaciones sin asegurar siquiera el mantenimiento y uso de las ya existentes? «¿Rentabili-what? Si Pepito proyecta un handerklander de 100 millones, ¿cómo va a conformarse nuestra ciudadanía con uno de 20 o 30? Cállese usted la boca y acérqueme unas tijeras!» Si Pepito se tira de un puente… decía mi madre.

En las preocupaciones de la sociedad española recogidas mensualmente por el CIS, el pódium es: (1) paro, (2) corrupción y fraude, (3) economía. Las nuevas infraestructuras y las humazaciones de calles no permiten atajar esas preocupaciones. Sólo maquillan paro y economía, pero de forma temporal e insostenible, porque no generan recursos. El maquillaje nos hace vernos mejor ante el espejo, sí, y el cemento nos mantiene distraidos mientras llegan las siguientes elecciones. «¡Quiero portada a 3 columnas sobre la belleza del nuevo traje del rey (desnudo)!»

Lo bueno del ecologismo en estos días es que para mantener el equilibrio con el medio ambiente, debemos crear empleo y mejorar la economía. La sostenibilidad genera nuevos recursos. Su modelo de negocio es, valga la redundancia, sostenible, a través de inversiones rentables. A día de hoy, #noHayEconomíaSinEcología.

En un próximo post, citaré referencias de acciones sostenibles a nivel municipal, proyectos que generan nuevos recursos y empleo a través del ahorro y la eficiencia. Inversiones rentables económica, social y medioambientalmente. Menos handerklanders y más sentidiño. Stop cemento.

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