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«Descifrar las smart cities», de Manu Fernández

Tras encontrarme con un libro de título sugerente, «Descifrar las smart cities», resultado de la tesis universitaria de Manu Fernández, lo he comprado tras leer la muestra gratis para Kindle, con párrafos como los siguientes:

«No existe la smart city (SC) tal como se ha presentado en el discurso más establecido y que ha sido dominante en los últimos años. La consiguiente sensación de desilusión empieza a aparecer ante la frustración que genera un movimiento con tan pocos resultados prácticos»

«en un delicado contexto económico e institucional para las ciudades de nuestro entorno más cercano, la propuesta de la smart city ha sido acogida con un entusiamos mucho mayor que en otros lugares […], convirtiéndose en un recurso discursivo predominante como modelo urbano de solución a la crisis, especialmente en una de sus argumentaciones básicas, la eficiencia»

«La SC ha funcionado así como discurso-promesa para ofrecer una vía de salvación a la situación generalizada de depresión de las políticas y la financiación municipal en regiones que sufrían de un duro ajuste en sus expectativas.»

Ver pensamientos propios reflejados en otras mentes más pensantes, instruídas y científicas, reconforta.

Mejorar la eficiencia en servicios públicos municipales sí es posible gracias a tecnología «smart», con sensórica y sistemas de información, pero no es más que una gestión digitalizada  ya avanzada en muchos otros ámbitos. Todavía sigue sin materializarse aquella promesa de la inteligencia automática, casi mágica, fundamentada en el big data y el machine learning. La «smart city» sigue siendo una etiqueta de discurso-promesa.

Anticipo una lectura apasionante.

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Los 3 héroes que cambiarán el mundo

«Movie heroes» by 1Uplego

Una buena noticia: Cambiar el mundo es posible! La no tan buena es que requiere un esfuerzo individual e intransferible, nadie puede hacerlo por nosotros.

Cambiar el mundo es una tarea heroíca para la que estamos dotado de grandes poderes. Y todo enorme poder conlleva una enorme responsabilidad. El cambio empieza por uno mismo, aceptando la responsabilidad y asumiendo el papel de héroe.

Cada persona atesora en su interior 3 héroes complementarios para afrontar la titánica tarea de cambiar el mundo que nos rodea:

1. El héroe votante. El más conocido. Un héroe venido a menos, capaz de aupar o derrocar gobiernos a través de un acto tan nimio como la introducción de una papeleta en una urna, pero inherme a la hora de hacer cumplir las promesas y programas de aquellos por los que ha votado.

Más aún, el héroe votante es seducido a menudo por la llamada del «voto útil», el cual limita su poder real. Y sus heroicidades son tan espaciadas en el tiempo, que a menudo se plantea la misma existencia y validez de su poder.

Con todo, es un héroe necesario para conservar la limitada democracia, la cual le otorga su poder durante quince días cada cuatro años, para arrebatárselo justo después.

2. El héroe ciudadano. Un «rara avis» en los últimos 30 años, ha renacido de sus cenizas al calor de fenómenos como el 15M, las preferentes, la crisis humanitaria de los deshaucios…

Según la wikipedia, «miembro de la comunidad organizada que le reconoce la cualidad para ser titular de los derechos y deberes propios de la ciudadanía, quedando obligado, como ciudadano, a hacer que se cumplan».

Como ser social, el héroe ciudadano se relaciona y ejerce influencia sobre otros héroes de su misma clase para reinvidicar causas comunes. Asociado con otros, el héroe ciudadano se ha mostrado implacable a la hora de llegar a donde el votante no puede, haciendo valer el poder de las multitudes organizadas frente al de las élites.

3. El héroe consumidor. Tal vez el más desconocido, y a la vez el más poderoso por la actual influencia de los mercados sobre los gobiernos y sus gobernantes.

Con sus actos cotidianos, el héroe consumidor  puede  moldear un determinado modelo social, económico y medioambiental. El consumo de energía, telecomunicaciones, alimentos o servicios financieros determina en gran medida el mundo en el que vivimos. Basta con abrir los ojos y plantearse qué sociedad queremos para empezar a ejercer el papel de héroe consumidor.

Una vez conocidos y reconocidos los héroes que llevamos dentro, el siguiente paso es quitarnos el disfraz de apatía, lucir nuestro traje de héroe preferido y salir a pasear, correr o volar en busca de los villanos que nos impiden alcanzar el mundo que queremos.

Sé tu propio héroe, nadie va a hacerlo por ti.

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Las promesas rotas en política: sin culpa ni castigo

Tras la publicación en el BOE de la tan ansiada reforma laboral, cualquier usuario de Internet habrá podido tirar de hemeroteca digital para comprobar la falta absoluta de valor del programa y las promesas pre-electorales del partido en el Gobierno.

La subida de impuestos y el abaratamiento del coste del despido no aparecían en el programa electoral del PP, y fueron medidas descartadas durante meses en numerosas declaraciones públicas por cargos destacados del Gobierno.

Se demuestra así que el programa electoral es una herramienta inservible, cientos de páginas de circunloquios y vacuidades. Y las palabras de las declaraciones pre-electorales se las lleva el viento. No hay promesas ni compromisos, sólo palabras de nulo valor.

Con respecto a la subida de impuestos, el Gobierno utilizó la manida excusa de haberse encontrado con la sorpresa de un déficit mucho mayor del previsto (8,3% en lugar de 6%); como si el déficit fuera algo que uno se encuentra como se encuentra un grano, cana o arruga una mañana cualquiera ante el espejo.

Daba igual que el citado desvío fuera en su mayor parte debido a las autonomías (75% del mismo), y daba igual que unas muchas hubieran estado gobernadas por el PP durante años y otras pocas durante «sólo» 6 meses. La evidencia demuestra que los presidentes de las CCAA se relacionan con su gobierno central como el Gobierno con los ciudadanos y votantes: sin culpa ni castigo.

Si nos referimos al abaratamiento del despido, simplemente no hay excusas con las que culpar al anterior Ejecutivo, sino excusas sin más. Y aquí no pasa nada. Aún con culpa (por supuesto, ni reconocida ni entonada), tampoco hay castigo.

En un País tan acostumbrado al olvido, más que una Ley de Memoria Histórica, sería necesaria una Ley de Promesas Cumplidas, obligando a los diferentes partidos a incluir al menos un par de folios de compromisos -cualitativos y cuantitativos- dentro de sus preciosos programas electorales, con más de 200 páginas repletas de palabras vacías adornadas con retratos sonríentes.

¿Cuándo la palabra en boca de un político tendrá valor, y faltar a ella su debida y estipulada consecuencia? Cuando uno es ya mayor para faltar a su palabra, debe serlo también para aceptar las consecuencias.

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